
- Venga comadre agárrese una escoba, vamos a barrer
- ¿Por qué será que la máquina está apagada?
- No sé, pero mientras, que el patrón vea que estamos haciendo algo
- Desde ayer por la tarde no la prenden, ¿qué será lo que esta pasando?
- Ese no es nuestro problema
Barrimos todo el galerón hasta que el patrón nos dijo que por hoy no iba a haber trabajo, nosotros ni nos quejamos porque sin papeles pues uno no puede decir mucho. Además trabajábamos en el empaque que siempre es mejor que cortar el tabaco, aunque a uno se le manchan las manos y el olor se queda para siempre, todo era mejor que estar bajo el sol cortando.
Caminé con Doña Clara por la carretera por que nadie se nos ofreció un raite, ella siempre derechita con su trenza bien arreglada, caminábamos despacio porque yo no quería apurarla, no nos dábamos cuenta del olor sólo cuando era muy fuerte, antes me preocupaba por taparme la nariz y la boca con un pañuelo, pero ya me había acostumbrado y ya no nos molestaba.
Llevábamos dos días sin trabajar y el patrón que no nos decía que pasaba, acompañé a Doña Clara hasta su casa, ella vivía en una trailita junto a la casa de su hija Ángeles, ella no trabajaba con nosotros, cuidaba a sus hijos y de los de nosotras, le pagábamos cada viernes.
Ángeles todavía hablaba de la casa que dejaron en México, se quejaba de la oscuridad y de la mala condición de la casa en la que vivía, su esposo cada fin de semana lo dedicaba a reparar los agujeros que fácilmente se hacían en las paredes y en el techo, por las termitas o por los aguaceros.
Después de dejar a Doña Clara en su casa, mis hijos y yo caminamos a nuestra casa, yo siempre preocupada por lo que le iba a dar de comer a mi familia. Fortuno mi marido no trabajaba desde el accidente que sufrió, nos dijeron que por ser ilegales no tenía derecho a la compensación, Doña Clara le mandó sus hierbas para sus tés y cada tercer día viene a verle la herida que poco a poco se va cerrando.
Ahora ya se puede levantar, me ayuda en lo que puede para que cuando llego con los niños, por lo menos tengamos frijolitos que meternos en la boca.
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- Buenas ¿se puede?
- Sí pásele
- Doña Clara, la andamos buscando para ver si le da algo a mi niño, no se le quita la calentura desde ayer.
- Pásele aquí adentro, déjeme terminar de regar mis matitas.
Doña Clara entró a la traila y agarró al muchachito, me dijo que lo más seguro es que estuviera empachado, salió a su jardincito que lo cuidaba igual que una criatura, cortó unas varitas, esperó a que el agua que había puesto a calentar hirviera y mezcló las varitas. Yo le dije que a mi hijo le caía mal la leche de aquí que nada más no se acostumbraba, lo llevamos al doctor y no pudieron hacer nada por nosotros.
La enfermeras se desesperan con nosotros por que no sabemos hablar inglés y ellas insistían que no había nada de malo en la leche, pero ¿cómo no?, si mi pobre hijo desde que lo desteté no ha tenido un solo día bueno. A veces me siento mal por haberle quitado mi leche tan chiquito, pero ¿qué iba a hacer? Si le seguía dando no podía irme a trabajar.
Doña Clara quitó de la lumbre la infusión y la enfrió cuchareándola, no le sopló porque me dijo que se le mete el aire y sale peor la cosa. Cuando me despedí con mi chamaco en brazos bien dormido, me dio una bolsita con las hierbas para hacer el té en la casa. Mi hijo ya estaba fresquito y durmió toda la noche.
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- Señora ábranos por favor
- ¿Quién es?
- Francisco y Consuelo
- ¿Qué se les ofrece tan tarde?
- Pues es que Consuelo está sangrando
Doña Clara envuelta en su cobija abrió la puerta y lo primero que vio fue mi falda manchada, - Muchacha ¿qué te pasó? Francisco habló por mí – Se cayó señora, ya ve que esta bien oscuro. Entramos los dos a la traila de Doña Clara, puso el agua a calentar y me vio los brazos bien magullados, Francisco olía a alcohol aunque con el susto de la sangre ya se le había bajado la embriaguez.
Ella se sentó frente a mí, yo sentía vergüenza y no la podía ver a la cara, Doña Clara no se dirigió a mí, veía a Francisco, - ¿Qué le pasó a la señora?, - Se cayó ahí en la entrada de la casa, sin bajar la guardia Doña Clara le dijo en la cara - ¿Qué no ves que esta embarazada?, yo no la puedo atender hasta que me digas que le pasó.
Francisco insistía que eso era lo que me había pasado, Doña Clara nunca me preguntó a mí. Me hizo un té y me lo dio, yo ya no lloraba. Francisco sabía que si me llevaba al Hospital iba a tener problemas, insistía en que me había caído, así duramos por un rato, yo me sentía tranquila que por lo menos Doña Clara había entendido que me pasaba.
Francisco frente a nosotras dos aceptó que borracho me había pegado, Doña Clara lo sacó de la traila y me atendió, gracias a Dios mi a mi bebé no le paso nada, Doña Clara me habló hasta que me tranquilicé y me hizo prometerle que no iba a permitir que Francisco me maltratara, me juró que la próxima vez ella misma le iba a echar a la policía porque eso no se le hace a una mujer y menos cuando esta esperando.
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Pasé por Doña Clara en la mañana, bien arregladita ya me esperaba en la puerta de su traila,
- Buenos días Doña Clara
- Buenos días
- Vamonos doña, ojala que hoy si haya trabajo, no sé que voy a hacer si la máquina esta apagada otra vez, no hemos ganado nada esta semana…
- Tenga paciencia, Dios siempre socorre.
Fabiola
Abril 2005.
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